Si fuera transparentemente
sincera contigo, conmigo, esta noche te contaría todo lo que me pasa. Te diría
de antemano, porque quien avisa no es traidor, que no te va a gustar; y que si
no es agradable de escuchar, mucho menos de sentir. No te diría que no duermo,
porque es mentira, el sueño me ayuda a sobrevivir, es como un bálsamo. Lo que
si te diría es que no quiero despertarme por las mañanas, y que ojalá lo que me
pasa fuera pereza matutina. Te contaría que con cada palabra que voy
escribiendo, mi miedo se hace más palpable, porque no soy tonta: nadie quiere a
su lado una persona depresiva, no me engaño. Y es por eso que no te cuento ni
la mitad de mi vida, ni de lo que me pasa por la cabeza, porque yo soy más de
regalar la parte buena, que de la mala ya me encargo yo sola, que los trapos
sucios supuestamente se lavan en casa, y eso que no tengo muy claro ni cómo
funciona esta lavadora. Quizá te diga que es insufrible vivir a medio gas. O el
tópico de verlo todo en escala de grises. Y es mucho peor saber que puedes
hacer algo, que podrías reaccionar de una puta vez y hacer lo que sea, y
simplemente no lo haces. No sé si es por falta de fuerzas, de ganas o si es el
miedo, o la despreciable conformidad. De verdad que no lo sé. O sí. El problema
soy yo.
El marcapáginas del silencio.