martes, 24 de junio de 2014

BEST BLOG



     Por supuesto mi amiga Laura no deja de darme alegrías hasta a distancia, y aquí lo tengo: Best Blog Award. Como os comento, el premio Best Blog que he recibido es cortesía de la autora del blog “Recetas de una Sweetaholic” (http://recetasdeunasweetaholic.blogspot.com), a la que por supuesto quiero darle las gracias de corazón por todo lo que me está ayudando desde que empecé con El marcapáginas del silencio. En serio, no os podéis imaginar toda la confianza que ha volcado en mí y lo agradecida que me siento aparte de echarla mucho de menos. No dejéis de visitar su blog, tiene demasiado talento.

   *En fin, dejo de ponerme melodramática; nos encontramos con que las normas de esta cadena de premios son las siguientes:

-Nombrar y darle las gracias al blog que te ha concedido el premio (¡hecho!)
-Responder al cuestionario y dejar uno nuevo
-Nominar a 11 blogs que sean nuevos o con menos de 200 seguidores
-Visitar el resto de los blogs premiados
-Contar 11 cosas sobre ti
-Informar a los blogs a los que les has concedido el premio

   *Las preguntas a las que tenemos que contestar son estas:

¿Le dedicas mucho tiempo al blog?

     Irónicamente a veces le suelo dedicar más tiempo al blog cuando más apretada voy de tiempo. Y esto es porque escribir siempre es un desahogo. Ahora que comienza el verano siempre estamos de aquí para allá (o al menos lo intentamos) pero me he propuesto esforzarme más y ponerme diariamente (un día sí, un día no aunque sea).

Dinos tu blog favorito

-Recetas de una Sweetaholic.

     No quiero ser pelota, ni mucho menos, pero soy honesta si digo que aún estoy muy verde en esto y apenas conozco blogs. Los blogs que conozco similares al mío son de amigos o conocidos de amigos, por eso voy a empezar a moverme e interesarme por otros blogs así como me gustaría que algún día se interesasen por el mío.

¿Qué haces en tu tiempo libre?

     Puesto que ahora dispongo de bastante no dudo en emplear mi tiempo libre en leer, escribir por supuesto, aprovecharlo para estar con los amigos y la familia y, ya que es verano, también para bailar. No no, no os imaginéis clases de ballet y tutús rosas, nada de eso. Adoro bailar pero me considero algo patosa así que me entretengo yendo a clases de Zumba para mover un poco las carnes. Últimamente también me ha dado por correr, culpabilidad en estado puro.

¿Cuál es la red social que usas más?

Twitter y Facebook supongo.

¿Estás enganchada a alguna serie?

     Pues estaba estaba, pero ya se sabe, comienza el verano y dejan de emitir la inmensa mayoría. Pero durante este invierno he estado viendo algunas como The Big Bang Theory, Breaking Bad, Crónicas Vampíricas y The Originals.

¿Dónde vas a ir de vacaciones?

Eso me gustaría a mí saber querida. Quiero ir un fin de semana a la playa y pasar algunos días en Granada también, pero aún no hay nada seguro 100%. Supongo que este verano la economía no da para más.

¿Te gusta cocinar?

Pues sí pero también soy consciente de que me queda muchísimo por aprender.

¿Tú también has caído en la tentación de los Sonny Angel?
Lo siento pero no tengo ni idea de lo que es.

¿Eres de playa o de montaña?
Y ahora es un secreto entre la playa, ella y yo, que nos pasamos de la raya oh oh oh.
Pues eso, de playa, mar y calor. Totalmente.

¿Cantas en la ducha?
Sí, sin duda. Pero me excuso en que lo hago con la música puesta, entonces no se me oye mucho.

¿Tienes alguna mascota?
Darío J. Mi pez. Suena muy triste sí pero él es muy cariñoso lanzándome besitos desde su pecera :P

   *Y ahora tengo que contar 11 cosas sobre mí (madre mía pobrecitos ¿a esto no vale echarle imaginación):

         1.       Odio contar cosas sobre mí sin confianza ni un café por medio.
         2.       Adoro leer desde que tenía 3 años (mi madre está de testigo).
         3.       Nunca escribo porque me siente a hacerlo con ese propósito, sino que me viene y tengo que dejarlo reflejado o lo pierdo.
         4.       Siempre me ha gustado dibujar aparte de escribir pero es un hobby abandonado.
         5.       Vivo enamorada de la Enfermería.
         6.       Me encanta el color amarillo.
         7.       Soy fan de canturrear canciones con las que me levanto en la cabeza y después pegárselas a mis amigos.
         8.       Me gustaría conocer París, Roma y viajar aunque sea una vez en mi vida a Australia.
         9.       Dicen que no existen ni buenas ni malas personas, tan sólo circunstancias; yo discrepo.
       10.   No creo en las casualidades
       11.   Vivo rodeada de parejitas de enamorados y mis propias náuseas al respecto jajajaja. Ya ya, no me matéis, tenía que decirlo. Pero os quiero :D

*Nomino a (esto parece el legado de Tibu jajaj):

     ¥       Un rincón de mi cabeza: urdmc.blogspot.com
     ¥       El laberinto y Ariadna:   ellaberintoyariadna.blogspot.com
     ¥       Lo superlativo de tu dulzura: losuperlativodetudulzura.blogspot.com
     ¥       La luz en la vigilia: laluzenlavigilia.blogspot.com

Por sentado sé que a los hombres no les hará gracia colocar una niña con un ramito de flores rosas en su blog, y tampoco espero que lo hagáis. Sin embargo son algunos de los blogs que sigo y no podía dejar de mencionarlos.

A todos los que siguen animándome a escribir: GRACIAS.


El marcapáginas del silencio.

viernes, 13 de junio de 2014

***
     Nueve menos cinco de la mañana. Giró el picaporte con la máxima suavidad posible para evitar hacer ruido.

     Anita ya estaba profundamente dormida. Invadida en una paz plena, de espaldas a la puerta donde él se encontraba. No se lo pensó más de cinco segundos, cerró con cuidado y terminó de adentrarse en la habitación. Sus ojos empezaron a acostumbrarse a la poca luz que había en el dormitorio, aunque si bien era cierto Ana no se había molestado en bajar del todo la persiana. Dio un paso más hacia delante y reparó en un detalle: media pierna sobresalía entre las sábanas blancas; expuesta a la intemperie justo de rodilla para abajo. Fue como un impulso, casi sin darse cuenta había colocado el dedo índice sobre el borde de su talón y con una suave caricia ascendente dibujó una línea recta por su pierna. Paró justo al llegar a la zona cubierta y se quedó muy quieto, meditabundo y aún de pie frente a la cama. Anita se estremeció. Él lo notó en una pequeña sacudida del pie de ella y supo que la había despertado. A sabiendas de lo asustadiza que era se sentó en un movimiento rápido junto a su cuerpo caliente y posó su mano sobre el hombro desnudo de Ana.

-Tranquila, soy yo- susurró casi imperceptiblemente.

     Ana giró la cabeza hacia su voz con los ojos aún entrecerrados:

-¿Qué pasa?-consiguió articular lentamente dentro de su profundo sopor.

-No pasa nada, todo está bien- le contestó Fede con voz suave.

    Vio como parpadeó unas tres veces en un intento por conectar con la realidad que la rodeaba. Y cuando lo consiguió pudo ver sus ojos azules mirándolo sorprendidos y a la vez en guardia.

-¿Qué haces aquí?

-Tenía que hablar contigo.

-¿Más?-preguntó Ana mientras se incorporaba  y se maldecía por haber sido una perezosa y no haberse ni desmaquillado antes de acostarse. Seguro que sus pintas dejaban mucho que desear. Sentada sobre la cama se apoyó sobre el cabecero blanco y encogió las rodillas llevándoselas al pecho mientras esperaba su respuesta.

     Pasó un largo rato, o al menos así se lo pareció a ella, sin que Fede dijera una sola palabra. Allí sentado a su lado mirándola a los ojos. Anita no podía dejar de pensar en que él debía estar percatándose de su lamentable estado. Apartó la mirada, confusa. También se le estaba pasando por la cabeza la de veces que él había estado allí siendo su novio y ¿ahora qué? Todo era tan distinto. ¿Por qué se había venido con ellos? ¿Por qué esa insistencia en mostrarse tan simpático como si fuera un amigo más?

-Es que…-comenzó a decir por fin-.Quería estar seguro de que no te he molestado viniendo aquí. Supongo que no lo pensé lo suficiente.

-Ah, es eso.

-Yo quiero que nos llevemos bien, no soy amigo de los reproches ni de los rencores Anita.

-Claro-contestó algo decepcionada-No te preocupes, como me has dicho al despertarme: “todo está bien”-y sonrió, con una sonrisa más forzada que falsa o al revés. Ni ella misma lo sabía bien.

-Ven.

     Y en esa sola sílaba la atrajo hacia sí. Aquello fue demasiado para Ana. Hasta entonces, por la escasa luz de la habitación, (y también el hecho de que había evitado su mirada) no se había percatado de que Fede estaba sin camiseta. Y ahora tenía su pecho latiendo bajo su mejilla. De hecho la única prenda que llevaba puesta eran los vaqueros oscuros de anoche. Él la besó en el pelo y empezó a juguetear con una onda.

-No me lo pongas tan difícil- era lo primero sincero que le decía desde que lo había visto ayer por la noche. Y se apartó un poco de él, aunque no de golpe.

     Se le había quedado metido en la nariz su aroma, el tacto de su piel, y para colmo Fede no había retirado una mano que sujetaba la parte baja de su espalda y que le estaba quemando.

     No supo qué decir, sólo pudo ver su mirada aturdida. Entonces dirigió su mano hacia la cara de ella. La posó sobre un lateral y con el pulgar le cerró suavemente un párpado.

-Oh, ya, debo estar llena de churretes-murmuró Ana.

-Qué va, sólo es uno negro justo aquí- le sonrió él.

     Pasó unas tres veces su pulgar sobre el párpado cerrado y obediente de ella. Y cuando terminó su labor no retiró la mano sino que mientras la contemplaba con los ojos cerrados bajó escurriendo su pulgar por la mejilla de Ana.

     Ella no comprendía nada. De hecho en ese momento su mente era tal caos que no podía pensar con normalidad.

     Ana estaba preciosa. Seguía teniendo esos ojos azules tan llenos de cielo. Y su piel ahora bajo su dedo, era igual de suave que antes, como siempre. Notó como ella hacía una fuerte inspiración por la boca y no pudo apartar la vista de sus labios entreabiertos.

     Pasó su mano izquierda libre por su pelo, retirando uno de sus mechones y agarró finalmente su cabeza depositando su pulgar sobre el cuello. Ella continuaba con los ojos cerrados pero, tras un instante en que él acortó la distancia entre sus rostros, los abrió.

     Se miraron tan cerca. Pupilas y aliento, no había nada más en el ambiente. Ana deslizó su mirada azul hacia los labios de él, y en ese solo gesto notó como le ardía el pecho bajo la tela del camisón. Alargó las manos hacia Fede, una se quedó en su pecho y la otra sobre su cuello. Lo miró en busca de una respuesta. Nada, sólo calor. Y no pudo contenerse.

     Dejó un suave beso sobre su mejilla izquierda, luego otro liviano sobre la derecha. Bajó su cabeza aún con las manos de él sobre ella para besar su barbilla, notando en éste el roce de su barba incipiente. Y, por último, subió un poco para rozar su nariz con la punta de la de él al tiempo que exhalaba involuntariamente un aire caliente sobre los labios de Fede.

     Él tiró un poco de su pelo para girar la cabeza de ella y dejar expuesta la piel desnuda de su cuello que no dudó en besar. Beso tras beso más profundo hasta hundirse en el hueco que albergaba el latido acelerado de Ana. Su mano derecha ya no sujetaba su cara, se había ido a dar un paseo por el sendero de sus sábanas el cual exploró audazmente hasta reunirse con el muslo de ella. Hasta pudo rozar la puntilla del camisón corto con la punta de los dedos.

     Entonces Ana entrelazó sus brazos por detrás de su cuello en un movimiento rápido y coló su lengua por la boca de él. Fede la recibió al principio despacio, repasando cada rincón como si en todo el tiempo que llevaban sin verse pudiera encontrar algo nuevo. Saboreando cada tramo a medida que la intensidad se hacía más fuerte. Ana salió un segundo de su boca tan sólo para morderle el labio inferior y estirarlo, ansiosa de él, de todo. A lo que Fede respondió acercándola de golpe a su figura con una mano en su nuca y otra metiéndose por detrás de su camisón, subiendo en una caricia hasta agarrar firmemente su nalga. Ella jadeo ante el movimiento inesperado. Continuaron besándose y Ana arañó de ganas sus deltoides y después sitúo sus manos sobre la espalda de Fede. Cogiéndose de ella con fuerza, cayendo en la cuenta de cuánto había añorado esa espalda.

-Ana, para. Para porque después no voy a poder pararme- le susurró apoyado en su sien cogiendo aire.


-No voy a querer que pares.

El marcapáginas del silencio.
Capítulo V

     Volviendo de nuevo a la noche “frenética”, quizás os preguntaréis como acabó todo, aparte de en mi piso.

     Me volví a reunir con el grupo (que ya iban seguro por la enésima ronda de chupitos) e intenté olvidarme del tema de Anita y Fede. Me reí con las chicas recordando viejas anécdotas de la universidad y bailé hasta no sentir los pies. Y efectivamente en eso me encontraba, de lleno en mi paso estudiado de salsa cuando Hugo se me acercó y me preguntó al oído:

-Oye ¿dónde se ha metido Ana?

     Pobrecito. Me miraba con esos ojos verdes curiosos que por alguna razón inexplicable me recordaba a mi gato cuando me veía abriendo una latilla de atún.

-Se ha entretenido con unos amigos en el baño, ahora vendrá- le dije como pude entre el “chunda chunda” de fondo de la discoteca.

     ¿Y qué iba a decirle? “Nada, que se ha encontrado con su ex y ahora mismo se estarán comiendo la boca”. Pues no, no lo veía legal. Además no querría cerrarle esa puerta a Anita, confiaba en que recobrara la cordura a tiempo.

     Entonces como en una invocación mental apareció ella, con su melena ondulada color chocolate y una carita de “no me comas por favor” dedicada claramente a mí.

   En un rápido vistazo miré a ambos lados de la figura de mi amiga examinando calculadoramente que no hubiese enemigos a la vista (lo que viene siendo Fede, vamos). No me dio tiempo a echarle la bronca del siglo cuando Anita llegó hasta mi lado porque enseguida nos reclamaron en la barra. Al parecer al verla llegar Hugo había pedido una ronda a modo de recibimiento y encima nos salió gratis porque conocían a ese camarero.

     Estábamos tan felices (y tanto y tanto, con todo ese alcohol en el cuerpo no se nos iba la sonrisa tonta de la cara ni para atrás) y tranquilos que, cómo no, se tenía que volver a torcer la noche por culpa del mismo gilipollas. Sin comerlo ni beberlo el grupito de Fede y sus amigos se encontraban al lado nuestra y, para mi gran desgracia, Sergio se acercó a saludarlo. Genial. Fantástico. ¿Por qué demonios el mundo era un puto pañuelo?

   Resulta que se conocían de haber jugado a fútbol juntos. Qué bien. El caso es que por culpa de esa excusa perfecta para Fede acabamos todos juntos en amor y compañía saliendo de la discoteca.

     Anita es de esas chicas a las que el fútbol les trae sin cuidado y por no saber no sabía ni lo que era sacar de banda ni mucho menos el significado de fuera de juego. Y ahí estaba la pobre con cara de póquer escuchando como su ex y los chicos que acababa de conocer iban haciendo migas.

     Por fin llegábamos al parking donde yo albergaba la esperanza de que todos nos dispersásemos y tuviéramos un final feliz. Las chicas contábamos con un coche y por supuesto la única que estaba en condiciones de conducir era mi amiga Mariel que sólo había bebido un par de cervezas al comienzo de la noche.

     Yo ya olía a despedida en el ambiente y aún achispada saboreaba el triunfo de una noche sin incidentes hasta que apareció en escena algo que yo no esperaba. O más bien, alguien. Hugo y Sergio enseguida entablaron conversación con él; que por cierto tenía el coche aparcado a dos plazas del Ford Fiesta azul eléctrico de Mariel. Gesto que por supuesto Fede aprovechó para acercarse a Anita ya que sus amigos se alejaban de la escena. ¿Por qué tenía que quedarse con nosotros? Preguntas estúpidas que me hacía y de las cuales sabía muy bien la respuesta. Parece que a todos los ex les va lo mismo: joder.

     Por la conversación que mantenían los chicos con el desconocido advertí que se trataba del camarero que nos había invitado anteriormente y al cual le estaban agradeciendo el gesto.

-Mira que te imaginaba de todas formas pero ¿poniendo copas? ¿Tú? ¿Qué ha sido del tío que yo conocía?

-Ya ves,era majete pero hay que hacer de todo en esta vida.

Y entonces algo hizo “click” en mi cabeza embotada y cabreada a la vez.

-Espera Said te presentamos a las chicas-intervino Sergio.

     Se colocaron junto al Ford Fiesta y entonces lo vi. Pues claro. “Creo que a una no va a hacer falta” me pareció escucharle por lo bajini. Así que el camarero que me había aconsejado mantenerme fuera del alcance se llamaba Said y conocía a los chicos. Pues eso, un puto pañuelo.

     Y tal coincidencia no me hubiese importado si después del ritual cordial de besos con desgana todos nos hubiésemos ido a casa tan contentos. Pero no, al chaval se le ocurrió una gran idea.

-¿Sabéis que os digo? Que como me he librado de cerrar os invito a todos a desayunar chocolate con churros para sentar el estómago. ¿Qué decís?

A Mariel se le iluminaron los ojos, adoraba el dulce. Mierda otro rato más para aguantar a Fede.

-¿Dónde hay qué firmar?

-Esperad esperad, ya que ahora disponemos de dos coches, veniros a nuestro piso y nos los tomamos allí tranquilamente ¿no? Hablo por todas si digo que tenemos los pies hechos polvo de los tacones. Así desayunamos cómodos y hasta echamos un sueño si queréis.

¡¿Qué?!¡¿Qué?! No podía creer lo que estaban escuchando mis oídos pero era más que cierto. “Ogggg”, Anita y su estúpida manía de ser la anfitriona perfecta.

     Pues ahí lo tenéis, las 7 personas de las que hablaba (porque al final Mariel tuvo que llevarse a mis dos amigas cuyos estómagos no estaban para más juerga, ya me entendéis). Así que, en resumen: Sandro, Sergio y Hugo, Fede y Anita y hasta el camarero en mi piso. Ole.

     Después de desayunar me compadecí un poco de ellos porque sabía el cansancio que arrastraban. Ayudé a Anita a habilitar el salón para los cuatro machotes colocando un colchón en el suelo que dos de ellos tendrían que compartir junto con los dos sofás. Por supuesto me negaba en redondo a que cualquiera se metiera en mi habitación. Mi cama era sagrada y punto. Y aunque a Sergio y Sandro sí les dio por hacerme la bromita-indirecta de meterse en MI cuarto y en MI cama, se callaron en cuanto les contesté una bordería. Lo reconozco, soy más territorial que un animal salvaje con mis cosas.

     Pero para qué lo voy a ocultar, estaba de ese humor de perros porque Fede estaba allí y porque aunque él no hubiese soltado ninguna bromita era el más peligroso. Sabía que iba a intentar algo en cuanto saliese por la puerta. Y lo peor, yo no podía evitarlo. La única que podía hacer algo al respecto era Ana y, dudaba mucho que su voluntad no flaqueara a la hora de pararle los pies.

     Entré a mi habitación refunfuñando para mis adentros. Y una vez me deshice del vestido rojo y, sobre todo de los tacones, me puse a desmaquillarme. Concentrada en retirar todo el negro mapache de alrededor de mis ojos, estaba al mismo tiempo atenta a cualquier ruido sospechoso. Como aguardando a la presa. Sí sí, borracha y obsesa. Qué le vamos a hacer, era mi amiga y la quería. Estaba harta de que le hicieran daño y supongo que a eso he dedicado y dedicaré mi instinto maternal.

     Escuché la risa de Sandro proveniente del salón, hasta capté la última parte del chiste malo que había soltado Sergio, y después: silencio. Aproveché esa pausa para ir al baño a cepillarme los dientes, no soportaba tener la boca pastosa. Y a pesar del ruido de mi cepillo eléctrico sentí que alguien había cruzado el pasillo. Podía haber sido perfectamente Neo jugando con su ratoncillo rojo de juguete o incluso paranoias mías. Así pues, intenté alejar la idea de la cabeza y me dirigí de vuelta a mi habitación.


***

El marcapáginas del silencio.

jueves, 12 de junio de 2014

***
     Ese timbrazo se me metió como si fuera un mosquito de esos que te rondan y tú los oyes como si zumbaran dentro de tu propio oído. Retumbando más de la cuenta la cadena de huesecillos. ¿Quién de mi familia era tan cruel para presentarse allí un domingo por la mañana? Porque estaba claro que por la llamada era visita para mí y no para Anita, aunque tendría que haber sido al revés, verás que risas.

-¿No vas a abrir?

-Mira no voy a preguntarte por qué coño sigues en mi habitación pero sólo espero que no estés aquí cuando vuelva- y acto seguido me levanté de un salto de la cama (a veces no sé de dónde saco esa energía) y me dirigí descalza hacia el pasillo.

-Pero qué borde eres conmigo en serio.

     Sonreí sin que pudiera verme y cerré la puerta suavemente. Avancé seguida por la mirada felina de Neo y eché un vistazo de pasada por el salón: todos sobando. Al alejarme un paso escuché un murmullo quejicoso:

-¿Viene alguien?-me preguntó medio adormilado. Me volví a asomar por la puerta y vi cómo semiincorporado en el sofá comenzaba a frotarse un ojo izquierdo con el puño de la mano.

-Tranquilo yo me ocupo. Vosotros seguid durmiendo.

Me asomé por la mirilla de puntillas y la vi. “Oh, mi niña”.

-Ayer no me contaste que tuvieras una hija- así de sopetón en mi oído y apoyando su barbilla en mi hombro para mirar él también por la mirilla.

Dios ¿cómo demonios lo hacía? Era casi igual de sigiloso que mi gato.

-Quita- dije con un movimiento rápido de hombro y me reí- Es mi sobrina idiota.

-Y supongo que no te gustará que la pobre se encuentre con todo este percal-me contestó muy acertadamente.

-Pues supones bien, a ver cómo lo hago-me acerqué a la puerta y le hablé a Camila aún con ésta cerrada- ¡Ya voy cielo!

-No voy a pasarla al salón ni a las habitaciones así que métete donde puedas y no salgas ni hagas ruido-.

-Primero me dices que no entre a tu habitación ahora que no salga…No hay quién entienda a las mujeres- se burló elevando las manos en un ademán tonto y encogiendo los hombros. Lo fulminé con la mirada torciendo el gesto y entonces continuó- Ya en serio, se me dan bien los niños, déjame a mí.

-¿A ti?-dije incrédula- No pienso dejar que te acerques a mi sobrina sin camiseta amigo- y le pellizqué acto reflejo el pecho- Vamos escóndete.

-Como usted ordene- se resignó. Y por supuesto en vez de meterse al salón con los demás volvió a mi habitación.

Abrí la puerta adecentándome el pelo con los dedos.

-Perdona Camila, es que la tita aún necesita una ducha y un buen desayuno para ser persona.

Mentira. Había engullido como tres churros sólo para calmar la ansiedad de que Fede estuviese de nuevo en MI piso jugando con Anita.

-Pues ya se ha pasado la hora de desayunar. Son casi las 12 tita.

-Lo sé cariño ¿Sabe papá que estás aquí?

Su padre, como supondréis, era mi hermano.

-No, pero sé que te regañará si se entera que te levantas a estas horas y no te alimentas.

-Muy buena nena- le reconocí a mi sobrina de tan sólo 9 años que a veces me daba la impresión que superaba en inteligencia a muchos de los adultos que conocía.
     La conversación se desarrolló en el pasillo mientras Camila saludaba agachada a Neo con una mano y con la otra sujetaba la bolsita del pan. Por suerte había cerrado todas las puertas.

-No quiero hacer mucho ruido, Anita aún sigue durmiendo- le informé- ¿Quieres algo de beber o vas a llevar ya el pan a casa?-Pedí a alguien que por favor le entraran ganas sólo de saludar y se fuera corriendo escalones abajo como otras tantas veces. Era mi única sobrina, la adoraba y me sabía muy mal echarla indirectamente de casa para que su inocente mente no se llevara malas impresiones.

-Sólo un poco de agua- me contestó incorporándose y enrollándose el mechón sobrante de una de sus trenzas rubias en el dedo. Realmente era adorable.

-Venga ven- le indiqué, guiándola hasta la cocina- ¿Te las ha hecho la abuela?

-Me las he hecho yo sola, pero ella me ha dado su visto bueno.

-Vaya, tú sola. A ver cuándo me haces a mi alguna.

-Pero tú tienes el pelo mucho más largo tita- me contestó con todo el convencimiento del mundo mientras colgaba de un asa la bolsa del pan en una silla.

-Y más oscuro Camila, a las rubias os quedan mucho mejor- dije tendiéndole el vaso de agua y guiñándole un ojo.

Apuró el vaso de un trago que casi la deja sin aliento y con su puro nervio de siempre dejo el vaso sobre la mesa, agarró la bolsa y depositó un beso húmedo en mi mejilla alzando los brazos para alcanzar mi cuello.

-¡Me voy para no preocupar a la abuela! ¡Adiós Neo! ¡Adiós tita!

-Alee rubia- me despedí con una sonrisa al ver como mi pequeño correcaminos ya andaba por la puerta de la entrada. “Uff por poco”.

     Me disponía  ya a girar la esquina del pasillo cuando oí de nuevo su vocecilla:

-¡Y mañana te hago la trenza!

     Reí con ganas. Escuché cerrar la puerta y atrapé a Neo por el camino. Menos mal que lo tenía a él para distraerla y no le había dado por curiosear. Mientras tanto mi gato me miraba sin entender con esos ojazos verdes y sus bigotes blancos partidos.

-Tienes una sobrina muy guapa, una pena que no te parezcas a ella- me dijo jocoso apoyando el codo sobre el marco de la puerta de mi habitación.

Puse los ojos en blanco.

-Sal de ahí. YA.


El marcapáginas del silencio.

miércoles, 11 de junio de 2014

Capítulo IV

     Con la baguette recién hecha bajo el brazo Camila atravesaba la Calle Palomar cuando se le cruzó una alegre mariposa amarilla a la izquierda de su hombro. Dio un paso más cavilando en su menuda cabecita que la gente decía que las mariposas blancas daban buena suerte, pero ¿y las amarillas? ¿Qué efecto tenían? ¿Fortuna? ¿Mala suerte? ¿Energía? Y en eso andaba hasta que segundos después de la visión de la mariposa escuchó por un telefonillo sonoramente como una mujer llamaba sin cesar (más que llamar eran alaridos):

-¡Manooooolo! ¡Manoooloo! ¡MANOOOLOOOO!

     Y a su atolondrada imaginación no le ocurrió otra cosa que pensar que sí, que era él; el ansiado Manolo se había reencarnado en esa mariposa amarilla huyendo de los gritos de su mujer y buscando su libertad.

     Pensaréis que para que alguien se monte semejante película tiene que estar o muy aburrida o muy loca. Pues bien, la respuesta es un poco de las dos. Se trata de la mezcla perfecta para desatar la imaginación de los niños, y la de Camila no tenía pérdida.


   Subía las escaleras precipitadamente para contarle la anécdota a su tía; pero no de dos en dos, eso ya era demasiado pedir a no ser que quisiese aterrizar de boca en el felpudo “Sweet Home” que acaba de adquirir Anita hace unos días. A medida que subía los escalones como un correcaminos, sus trenzas doradas se elevaban como las combas de los patios de colegio y sus ojillos vidriosos ya avistaban la meta. Cuando llegó, dejo el dedo pegado al timbre durante 6 segundos y seguidamente llamó de nuevo en un rápido toque. Esa era su llamada secreta, así su tía podía reconocer claramente que quien se encontraba al otro lado de la puerta era miembro de su familia; porque bueno, todos la conocían muy bien, y sabían que a menudo se hacía la remolona y no había quién la levantara para abrir.


El marcapáginas del silencio.

domingo, 8 de junio de 2014

MAYO

"Te miro de soslayo y sigo pensando en ese 12 de mayo que aunque lo apure no se gasta. Y me callo porque me basta tu boca en mi almohada y esa respuesta que no hallo. Me avasallo yo solo con esa promesa de no ser nada que arrastra. Y me mata la duda de ayer, y de mañana".


El marcapáginas del silencio.

ESTRÍAS

     Cada vez que me hablas se me forman estrías. De tanto agrandar y empequeñecer mi corazón, estrías. De mi piel caliente y tus manos frías, estrías. De querer no quererte, de olvidarte sin más, estrías.


     Que marcan mi piel, abren vías. Creías taparlas y no se irán. Arpías que surcan epidermis con agudeza. Blancas, rojas, moradas, estrías. Para recordarte que ningún cambio es en balde y las miras. Vivías, pensando que pasarían y hoy sin quererlo te espías. En el espejo, en la cama, como quien contempla un retrato, y estiras. Para verlas mejor, para horrorizarte con su visión. Y desconfías, de todo y de nada, de la ira. Esa silenciada que hoy se traduce en estrías; y piensas "la piel en la que permanecen es la mía, no la de nadie más". Estrías.

El marcapáginas del silencio.