domingo, 27 de abril de 2014

NUNCA MÁS


Cuando a un para siempre le sucede un nunca más.
 Cuando el nunca más supone recordar para siempre.


El marcapáginas del silencio.

martes, 22 de abril de 2014

Capítulo I

     Me estaba quedando dormida con los trazos de sol de mediodía sobre mi brazo y mi pierna izquierda. Por fin unos minutos de tranquilidad. Sin pensar en nada. Sin dejar que nada turbio se colara en mi cabeza en ese instante. Cerré el libro que estaba leyendo y me incorporé para cambiarme a la cama y aprovechar mi calma interna para dormir un poco.

     Apenas había recorrido dos metros de pasillo cuando sonó estrepitosamente el teléfono fijo de casa. Joooder. Ya era demasiado bueno para ser verdad, pero no, no pensaba contestar. Ya se cansarían. Tititi-tutí, tititi-tutí. Corrí como si de una carrera de obstáculos se tratara, sorteando el rascador de mi gato Neo, esquivando el cubo de la fregona, el palo que se tambaleó a mi paso y no me atizó de milagro, y hasta una pelusa de procedencia extraña que quise ignorar. Para variar me metí en todo el costado con el picaporte de la puerta de mi habitación en el intento. Pero cuando me deslicé entre las sábanas y me cubrí entera con ellas sonreí de satisfacción. Tititi-tutí, tititi-tutí. Obviamente no llego a ser tan ingenua de creer que mi cama crea una barrera de sonido, pero era mi forma de sentirme menos culpable si la que llamaba era mi madre. “Lo siento mamá, estaba tan cansada que me quedé dormida”. Suena tan adorable y lastimero para una madre que hasta puede presentarse en tu casa en un tiempo menor del que yo recorro el pasillo (y encima sin incidentes) para ver cuál es el motivo de tu no-descanso. Sin embargo lo necesitaba. No estaba para nadie.

     Hora y media más tarde aún remoloneaba en la cama hasta que decidí alargar la mano hacia la mesita para agarrar mi despertador y ver la hora. Empecé a palpar a tientas clavándome todas y cada una de las cosas que había encima tirando un paquete de pañuelos y…¡¿Qué?! Toqué un tacto de tela de algodón. Vale, podía ser un poco desorganizada pero jamás tiraría la ropa así sin más y donde caiga cayó. Tiré de la camiseta y sentada aún sobre la cama me quedé con ella entre las manos y una cara de pánfila del todo memorable. Muy bien Nina, que no cunda el pánico pero ¿dónde coño tienen la cabeza los tíos de hoy en día? No, no hacen falta respuestas. Ag, hombres.

     Aquí una haciendo todos sus esfuerzos por olvidar esa noche y me encuentro con pruebas de la escena del crimen en mi propia mesita de noche ¿Cómo no me había dado cuenta antes? En fin, era una simple camiseta de algodón morada, no la echaría en falta ¿no?

     Por supuesto os estaréis preguntando de qué noche estoy hablando y vuestras premisas os situarán en una noche desenfrenada y de lujuria. Piensa mal y acertarás dicen. Pues no, por desgracia no fue así.


Capítulo II

-¡Niiiii...na!¡Ni…naaaa! ¡Niiinaaaa!-.

-Por dios Ana, haces que mi nombre parezca una ambulancia-contesté al tiempo que mi compañera de piso Anita se agarraba al marco de la puerta del baño sin aire y me miraba con ojos saltones.

-¡No te vas a creer quién me acaba de hablar!- siguió en cuanto recuperó un poco el aliento.

-Sorpréndeme reina- le sonreí desde el espejo como quien escucha a su hermana pequeña adolescente.

-Oh vamos, así le quitas todo el misterio- se quejó dándome un codazo cariñoso.

-Mmmm…¿Raúl?

-Ah ah, más quisiera- se rio juguetona mientras me ayudaba en mi labor de desenredarme el pelo.

-Por favor, dime que no es Fede- le dije girándome y dedicándole mi mirada más estudiada de reprobación.

     Como respuesta dejó de peinarme y empezó a arrancar uno a uno los pelos del cepillo mirando al suelo.

-Ana…

-No me lo esperaba, pero creo que hasta me ha hecho ilusión- dijo levantando la vista y poniéndome esos ojitos brillosos de tonta enamorada.

-Aggg, estás loca que lo sepas.

     Fede era el ex de Ana, lo dejaron hace cinco meses después de tres años y medio de relación y la separación había sido insufrible. De hecho no había conseguido sacar a mi amiga a divertirse hasta el último mes. Y cuando nos disponíamos una noche normal a salir y pasárnoslo bien con tres amigas de la facultad que venían de visita, nos encontrábamos con esto. Para que queríamos más.

     Al menos seguimos arreglándonos sin frenar los planes y cuando me asomé a su cuarto Anita ya estaba vestida con un vestido negro precioso y espalda en U.  Me sonrió con un par de tacones colgados en cada muñeca:

-¿Los rojos?

-Los dorados, sin duda- le devolví la sonrisa y me dejé caer en el puff negro mirándola.

-¿Qué te ha dicho?-Ana siguió un rato más ajustándose la pulsera de los tacones al tobillo y cuando terminó me pasó su móvil.

-No ha sido mucho y tampoco tengo muy claro el motivo de ese what’s app. Hacía dos meses enteros que no sabía nada de él- me explicó.

-Mira, vamos a salir, nos vamos a divertir con las chicas y te vas a olvidar de este tema al menos hasta mañana ¿Estás conmigo?

-Estoy contigo. Además no voy a dejar de mirar  a los acompañantes que nos presenten las chicas porque a Fede le haya dado por preguntarme que tal me va la vida.

- ¡¿Acompañantes?!

-Si sí- contestó dibujando una sonrisa perversa es sus labios rojos y me levanté, divertida por su expresión- Oh cariño, estás preciosa.

-Por mucho que me regales la oreja esta noche no te dejo pensar en nadie más que en mí- sonreí dándole una palmadita en el culo y abandonando la habitación.

Y ese fue el comienzo de la “gran noche”.


Capítulo III

     Dicen que toda noche que acaba en chocolate con churros acaba bien ¿no? Bueno pues no sabría decir si hubo más de una cosa o de otra; el caso es que no me imaginaba para nada precisamente ese final con siete personas en mi casa, tres de las cuales no conocía apenas ni sabía si quería conocer. Qué bien. Qué divertido.

     Al grano. Nos reunimos con las chicas en un local que habían abierto hace muy poco y después de la ristra de besos al aire tras las presentaciones de Hugo, Sandro y Sergio empezamos la primera ronda.

     La noche pintaba bien, como no nos conocíamos nos presentamos un poco hablando de a qué nos dedicábamos. Sin olvidarnos por supuesto de comentarios añadidos y maliciosos (o no) por parte de alguna amiga. Hugo y Sergio parecían tíos majos pero lo de Sandro ya era aparte. Empezando sin ir más lejos por el nombre: Sandro ¿En serio? Pues no era porque en un pasado fuese Sandra con tirabuzones rubios y manicura francesa que en un momentazo de su vida decidiese cambiarse de sexo. Aunque hubiese sido más gracioso, claro. Sandro venía de Alessandro, que por lo visto el chaval tenía una madre italiana y una finca en La Toscana y bla bla bla. Le faltaba el Lamborghini del que presumir. Mira que me caen bien los italianos pero este tío dejaba mucho que desear. A ver, para hacerle justicia no estaba mal, pero la chulería machita le mataba todo. Qué se le va hacer.

     En cuanto a Hugo me encantaba para Ana, y a éste no parecía que le fuese indiferente. Era ingeniero químico y a pesar de que al principio parecía un poco reservado luego nos cayó muy bien. Ojos verdosos y pelo castaño liso en una melenita muy muy corta que le daba un aspecto informal y sexy.  Así que ya tenía el objetivo de la noche, no solía irme mal de celestina. Un clavo quita a otro clavo señores, no hay más.

     Sergio por su parte era el más graciosete de los tres, era profesor en un instituto y supongo que los chavales se lo tenían que pasar bien porque te reías con cada ocurrencia. Ojos muy oscuros, no sabría decir si negros, pelo rubio ceniza y barba incipiente del mismo color.
Y diréis bueno, acabasteis con los tres chicos en casa. Pues no del todo.

Fuimos a tres discotecas y cómo no las chicas nos lanzamos a bailar las primeras. Ana ya iba contentilla y le propuso a Hugo bailar. Le di un codazo a éste y, bueno quien dice un codazo dice un empujón que casi lo tira. No es que el chico no fuese a ir pero así tuvo que agarrarse a ella para no caerse y eso es lo que cuenta. Já.

     Pero me tenían que aguar los planes. Para variar no había más discotecas para que Fede tuviese que aparecer en la barra de enfrente con un amigos. Genial, adiós a mi amiga Ana. Y efectivamente Hugo y Ana se recuperaban del baile cuando lo vio. Le cambió la cara en menos de un segundo.

-Venga Nina que yo sí soy de los de antes y te invito a bailar- me susurró Sergio al oído al tiempo que posaba una mano ligeramente sobre mi cintura- Pero no me metas mucha caña- agregó guiñándome un ojo.

     Como no se encontraron directamente ninguno se atrevió a dar el paso de tragarse su orgullo e ir a saludar delante de todos los amigos del otro así que todo parecía desarrollarse con normalidad. Creo que bailamos todos con todos, cada vez estábamos más achispados e incluso le tiré una copa a la bonita camisa italiana de Sandro. No intencionadamente que conste. El chaval se movía con desparpajo sobre la pista y todo chico que baila para mí gana puntos, sólo que uno de sus giros con Ana tuvo la mala suerte de toparse con mi brazo de mantequilla.

     Tras el incidente decidimos intentar solucionarle la mancha en el baño, una de nuestras amigas contaba con una toallita de estas que al humedecerla hace jabón. No sé por qué nos empeñamos en solventar el estropicio allí mismo pero ahí estábamos empapando al pobre Sandro en el pasillo de los baños tras su correspondiente media horita de espera en la cola.

-¿Qué pasa? ¿No piensas saludarme?

     Mierda. Fede.

-Claro ¿Qué tal estás?- a Ana le costó decir esto por la sencilla razón de que primero tenía que cerrar la boca para gesticular, segundo porque Fede le había dicho esto a escasos centímetros de distancia y tercero porque le estaba frotando el pecho a un tío en una discoteca delante de su ex y no sabía cómo actuar.

    Se habían saludado con dos besos demasiado juntos para mi gusto. Pero también imaginaba todo lo que le estaría pasando por el cuerpo a mi amiga después de tanto tiempo y no sabía si alejarla de allí cagando leches o más bien darle de leches a él.

     Al final nos apartamos un poco en contra de mi voluntad mientras ellos dos mantenían una charla de la que no captaba ni las últimas sílabas pero me negaba a alejarme de allí. Sandro y mi amiga no debieron compartir mi opinión porque se volatilizaron después de decirme que fuésemos a tomar algo. Genial ¿Y ahora qué coño hacía yo? Siempre igual Nina. 

***

     Las cuatro y media de la mañana y ya estaba hasta los cojones de la nochecita. La discoteca estaba petada y salí a hacer la ronda por el ala oeste. Seguro que en las columnas que había justo antes de los baños estaban cargaditas.
     
    Ya tenía casi todo cuando reparé en una chica morena que sujetaba un vaso vacío. Estaba apoyada de lado en la columna y llevaba un vestido rojo que dibujaba una equis sobre su espalda.

-¿Me lo llevo?- le pregunté. Y al darse la vuelta una melena lisa y negra se deslizó hacia atrás cayendo incluso hasta más de media espalda. Guau. La chica estaba buena pero cuando me encontré con su cara de cabreo sólo me dieron ganas de irme de allí.

     Y era a lo que me disponía unos segundos después de ser devorado por su mirada pero:

-No, necesito apurar el culo de este vaso- me dijo secamente. Eso me pasa por ir de amable.

     Pasé de largo y escuché un claro “¡No me jodas!”. Venía de la tía de atrás sin duda. Y no sabía si era por mí pero ya me picó la curiosidad o me molestó. No sé bien cuál de las dos. Así que llevé las copas hasta la barra y volví en el menor tiempo posible. Quizás ya no estuviese ahí.


***

     Esta vez lo vi venir de frente pero no llevaba ya la bandeja. Vaya, que chico más eficiente. Intentaba estar concentrada en que Ana viese mi expresión y se acercara para que nos largáramos de allí, pero aún así no pude sino repasarlo con la mirada fugazmente. Se acercaba cada vez más hacia donde estaba yo. Iría al baño. Céntrate en lo importante por favor Nina. Fede y Ana seguían a lo suyo, cada vez más enfrascados en la conversación y yo estaba a punto de perder la paciencia.

-¿Todavía sigues aquí sola con tu culo?

     Joder. No se cómo se las apañaba pero siempre conseguía asustarme. Me había cogido la muñeca para llamar mi atención y casi no le doy un guantazo por puro reflejo. Ese tío tenía algo que me ponía nerviosa, me había erizado toda la piel de la impresión. Estaría yo sensible, no te lo niego.

-Pues sí, llámame loca pero suelo ir con mi culo a todas partes.

-Muy graciosa, me refería al vaso que a toda costa querías apurar-hizo una mueca irónica y mantuvo la distancia que, aunque breve, distancia era -Bueno no te molesto más pero como consejo no deberías quedarte aquí parada si no quieres que te asalten babosos cada dos por tres.

-¿Babosos cómo tú dices?- empecé a picarme con él. Ya que mi amiga pasaba de mí tampoco iba a negarme a un poco de conversación.

-Oye un respeto a tu camarero más servicial. Antes he llegado y casi me escupes por querer ser amable- se rio.

-Ala, que exagerado. Pues si yo casi te escupo no me quiero imaginar que te habrán hecho las demás- aproveché para fijarme un poco mejor en él; llevaba unos vaqueros oscuros y una camisa negra arreglada. A simple vista no parecería el camarero pero, si te fijabas, el logo de la discoteca estaba bordado en rojo sobre la tela.

-Pues la verdad que todas han sido muy majas. Hasta podría asegurar que algunas han coqueteado conmigo, y no es por presumir ni nada de eso- me dijo con una sonrisa forzada.

-Y vienes aquí a donde está la chica más borde de la discoteca a darle consejos ¿no? Dime la verdad ¿qué clase de contrato os hacen a vosotros?-Me sonrió.

-¿Sabes? Aunque seas borde no me caes tan mal.

     Y en ese justo momento mi radar captó un acercamiento por parte de Fede que no me gustó ni un pelo. Se acabó. Que se destrocen la vida ellos si quieren.

-Perdona pero me tengo que ir…-Y me fui de allí dando taconazos en busca de los demás. Pero otra vez me agarró del brazo.

-¿Estás bien?-no me pareció un subnormal ni un borracho pero no dejaba de ser un desconocido. Le dediqué una mirada. Gesticulé un “sí” rápido y me fui de allí. Otra vez el brazo con la piel de gallina, no bebía más esa noche.


 El marcapáginas del silencio.

domingo, 20 de abril de 2014

<< EL MARCAPÁGINAS DEL SILENCIO >>

    ¡Diecinueve días sin escribir son demasiados días de sequía para este blog! Así que quiero comenzar esta entrada diciendo que siempre hay demasiado que contar pero poco tiempo o...pocas ganas (a veces ambos parámetros se funden en lo mismo, de hecho, creo yo que con demasiada frecuencia). 

     Me excuso por mi abandono en las vacaciones, cómo no; y no quiero dejar de dar las GRACIAS por haber hecho posible mi "ya no imposible" reto de las 5.000 visitas en el sufrido y esperado aniversario de El marcapáginas del silencio. Ahí van algunas de las propuestas en las que tendré que echar imaginación y ponerme manos a la obra:

1. Historia erótica (no sé por qué será lo que más me han pedido, pero está claro que va a ser divertida).
2. Ensayo sobre tema aún por decidir (creo que él que me lo ha pedido me va a hacer trabajar).
3. Mangosta IV, V, etc.
4. Poema.
5. Qué haría en el "Día de la Purga".

Hay más cosillas por ahí y por supuesto sigo abierta a más peticiones que se os ocurran. Lo prometido es deuda y por supuesto cumpliré. Dadme un poco tiempo ;)


El marcapáginas del silencio.

martes, 1 de abril de 2014

JAULA

     Esta noche me pregunto si siempre has estado ahí. Golpeando los barrotes de hierro de mi jaula y yo haciéndome la sorda. Clavando tus ojos en cada curva de mis rizos, mientras yo te evito con la mirada sin apenas darme cuenta. Fría, enredando onda tras onda en los delgados dedos que no puedes coger. Absorta y empeñada en el mismo pensamiento fijo de algún día lejano echar a volar que no llega ni se acerca. Al contrario que tú, que sigues al otro lado desde hace tiempo ya. Que las manos desgastadas muestran tus ganas desgarradas y tus ilusiones partidas a la puerta de esta jaula. Y esperas. Mientras pongo a secar en el columpio todas las lágrimas que no me atreví a echar. Supongo que también contribuyeron a nublar mi vista hasta la ceguera de no verte siempre junto a mí. En las malas, en las buenas, siempre detrás de mis barrotes, por si acaso. Por si al llegar el ocaso me decidiera a dejar mi palacio a rejas atrás. Por si a veces pero sólo a veces pudiera la vista girar.


El marcapáginas del silencio.