Capítulo I
Me estaba quedando dormida con los trazos
de sol de mediodía sobre mi brazo y mi pierna izquierda. Por fin unos minutos
de tranquilidad. Sin pensar en nada. Sin dejar que nada turbio se colara en mi
cabeza en ese instante. Cerré el libro que estaba leyendo y me incorporé para
cambiarme a la cama y aprovechar mi calma interna para dormir un poco.
Apenas había recorrido dos metros de
pasillo cuando sonó estrepitosamente el teléfono fijo de casa. Joooder. Ya era
demasiado bueno para ser verdad, pero no, no pensaba contestar. Ya se
cansarían. Tititi-tutí, tititi-tutí.
Corrí como si de una carrera de obstáculos se tratara, sorteando el rascador de
mi gato Neo, esquivando el cubo de la fregona, el palo que se tambaleó a mi
paso y no me atizó de milagro, y hasta una pelusa de procedencia extraña que
quise ignorar. Para variar me metí en todo el costado con el picaporte de la
puerta de mi habitación en el intento. Pero cuando me deslicé entre las sábanas
y me cubrí entera con ellas sonreí de satisfacción. Tititi-tutí, tititi-tutí. Obviamente no llego a ser tan ingenua de
creer que mi cama crea una barrera de sonido, pero era mi forma de sentirme
menos culpable si la que llamaba era mi madre. “Lo siento mamá, estaba tan
cansada que me quedé dormida”. Suena tan adorable y lastimero para una madre
que hasta puede presentarse en tu casa en un tiempo menor del que yo recorro el
pasillo (y encima sin incidentes) para ver cuál es el motivo de tu no-descanso.
Sin embargo lo necesitaba. No estaba para nadie.
Hora y media más tarde aún remoloneaba en
la cama hasta que decidí alargar la mano hacia la mesita para agarrar mi
despertador y ver la hora. Empecé a palpar a tientas clavándome todas y cada
una de las cosas que había encima tirando un paquete de pañuelos y…¡¿Qué?!
Toqué un tacto de tela de algodón. Vale, podía ser un poco desorganizada pero
jamás tiraría la ropa así sin más y donde caiga cayó. Tiré de la camiseta y
sentada aún sobre la cama me quedé con ella entre las manos y una cara de
pánfila del todo memorable. Muy bien Nina, que no cunda el pánico pero ¿dónde
coño tienen la cabeza los tíos de hoy en día? No, no hacen falta respuestas. Ag, hombres.
Aquí una haciendo todos sus esfuerzos por
olvidar esa noche y me encuentro con pruebas de la escena del crimen en mi
propia mesita de noche ¿Cómo no me había dado cuenta antes? En fin, era una
simple camiseta de algodón morada, no la echaría en falta ¿no?
Por supuesto os estaréis preguntando de
qué noche estoy hablando y vuestras premisas os situarán en una noche
desenfrenada y de lujuria. Piensa mal y acertarás dicen. Pues no, por desgracia
no fue así.
Capítulo II
-¡Niiiii...na!¡Ni…naaaa! ¡Niiinaaaa!-.
-Por dios Ana, haces que mi nombre
parezca una ambulancia-contesté al tiempo que mi compañera de piso Anita se
agarraba al marco de la puerta del baño sin aire y me miraba con ojos saltones.
-¡No te vas a creer quién me acaba de
hablar!- siguió en cuanto recuperó un poco el aliento.
-Sorpréndeme reina- le sonreí desde el
espejo como quien escucha a su hermana pequeña adolescente.
-Oh vamos, así le quitas todo el
misterio- se quejó dándome un codazo cariñoso.
-Mmmm…¿Raúl?
-Ah ah, más quisiera- se rio juguetona
mientras me ayudaba en mi labor de desenredarme el pelo.
-Por favor, dime que no es Fede- le
dije girándome y dedicándole mi mirada más estudiada de reprobación.
Como respuesta dejó de peinarme y empezó a arrancar uno a uno los pelos
del cepillo mirando al suelo.
-Ana…
-No me lo esperaba, pero creo que
hasta me ha hecho ilusión- dijo levantando la vista y poniéndome esos ojitos
brillosos de tonta enamorada.
-Aggg, estás loca que lo sepas.
Fede era el ex de Ana, lo dejaron hace cinco meses después de tres años
y medio de relación y la separación había sido insufrible. De hecho no había
conseguido sacar a mi amiga a divertirse hasta el último mes. Y cuando nos
disponíamos una noche normal a salir y pasárnoslo bien con tres amigas de la
facultad que venían de visita, nos encontrábamos con esto. Para que queríamos
más.
Al menos seguimos arreglándonos sin frenar los planes y cuando me asomé
a su cuarto Anita ya estaba vestida con un vestido negro precioso y espalda en U.
Me sonrió con un par de tacones colgados en cada muñeca:
-¿Los rojos?
-Los dorados, sin duda- le devolví la
sonrisa y me dejé caer en el puff
negro mirándola.
-¿Qué te ha dicho?-Ana siguió un rato
más ajustándose la pulsera de los tacones al tobillo y cuando terminó me pasó
su móvil.
-No ha sido mucho y tampoco tengo muy
claro el motivo de ese what’s app. Hacía dos meses enteros que no sabía nada de
él- me explicó.
-Mira, vamos a salir, nos vamos a
divertir con las chicas y te vas a olvidar de este tema al menos hasta mañana
¿Estás conmigo?
-Estoy contigo. Además no voy a dejar
de mirar a los acompañantes que nos
presenten las chicas porque a Fede le haya dado por preguntarme que tal me va
la vida.
- ¡¿Acompañantes?!
-Si sí- contestó dibujando una sonrisa
perversa es sus labios rojos y me levanté, divertida por su expresión- Oh
cariño, estás preciosa.
-Por mucho que me regales la oreja
esta noche no te dejo pensar en nadie más que en mí- sonreí dándole una
palmadita en el culo y abandonando la habitación.
Y ese fue el comienzo de la “gran
noche”.
Capítulo III
Dicen que toda noche que acaba en chocolate con churros acaba bien ¿no?
Bueno pues no sabría decir si hubo más de una cosa o de otra; el caso es que no
me imaginaba para nada precisamente ese final con siete personas en mi casa,
tres de las cuales no conocía apenas ni sabía si quería conocer. Qué bien. Qué
divertido.
Al grano. Nos reunimos con las chicas en un local que habían abierto
hace muy poco y después de la ristra de besos al aire tras las presentaciones
de Hugo, Sandro y Sergio empezamos la primera ronda.
La noche pintaba bien, como no nos conocíamos nos presentamos un poco
hablando de a qué nos dedicábamos. Sin olvidarnos por supuesto de comentarios
añadidos y maliciosos (o no) por parte de alguna amiga. Hugo y Sergio parecían
tíos majos pero lo de Sandro ya era aparte. Empezando sin ir más lejos por el
nombre: Sandro ¿En serio? Pues no era porque en un pasado fuese Sandra con
tirabuzones rubios y manicura francesa que en un momentazo de su vida decidiese
cambiarse de sexo. Aunque hubiese sido más gracioso, claro. Sandro venía de Alessandro, que por lo visto el chaval
tenía una madre italiana y una finca en La
Toscana y bla bla bla. Le faltaba
el Lamborghini del que presumir. Mira
que me caen bien los italianos pero este tío dejaba mucho que desear. A ver,
para hacerle justicia no estaba mal, pero la chulería machita le mataba todo.
Qué se le va hacer.
En cuanto a Hugo me encantaba para Ana, y a éste no parecía que le fuese
indiferente. Era ingeniero químico y a pesar de que al principio parecía un
poco reservado luego nos cayó muy bien. Ojos verdosos y pelo castaño liso en
una melenita muy muy corta que le daba un aspecto informal y sexy. Así que ya tenía el objetivo de la noche, no
solía irme mal de celestina. Un clavo quita a otro clavo señores, no hay más.
Sergio por su parte era el más graciosete de los tres, era profesor en
un instituto y supongo que los chavales se lo tenían que pasar bien porque te
reías con cada ocurrencia. Ojos muy oscuros, no sabría decir si negros, pelo
rubio ceniza y barba incipiente del mismo color.
Y diréis bueno, acabasteis con los
tres chicos en casa. Pues no del todo.
Fuimos a tres discotecas y cómo no las
chicas nos lanzamos a bailar las primeras. Ana ya iba contentilla y le propuso
a Hugo bailar. Le di un codazo a éste y, bueno quien dice un codazo dice un
empujón que casi lo tira. No es que el chico no fuese a ir pero así tuvo que
agarrarse a ella para no caerse y eso es lo que cuenta. Já.
Pero me tenían que aguar los planes. Para variar no había más discotecas
para que Fede tuviese que aparecer en la barra de enfrente con un amigos.
Genial, adiós a mi amiga Ana. Y efectivamente Hugo y Ana se recuperaban del baile
cuando lo vio. Le cambió la cara en menos de un segundo.
-Venga Nina que yo sí soy de los de
antes y te invito a bailar- me susurró Sergio al oído al tiempo que posaba una
mano ligeramente sobre mi cintura- Pero no me metas mucha caña- agregó guiñándome
un ojo.
Como no se encontraron directamente ninguno se atrevió a dar el paso de
tragarse su orgullo e ir a saludar delante de todos los amigos del otro así que
todo parecía desarrollarse con normalidad. Creo que bailamos todos con todos,
cada vez estábamos más achispados e incluso le tiré una copa a la bonita camisa
italiana de Sandro. No intencionadamente que conste. El chaval se movía con
desparpajo sobre la pista y todo chico que baila para mí gana puntos, sólo que
uno de sus giros con Ana tuvo la mala suerte de toparse con mi brazo de
mantequilla.
Tras el incidente decidimos intentar solucionarle la mancha en el baño,
una de nuestras amigas contaba con una toallita de estas que al humedecerla
hace jabón. No sé por qué nos empeñamos en solventar el estropicio allí mismo
pero ahí estábamos empapando al pobre Sandro en el pasillo de los baños tras su
correspondiente media horita de espera en la cola.
-¿Qué pasa? ¿No piensas saludarme?
Mierda. Fede.
-Claro ¿Qué tal estás?- a Ana le costó
decir esto por la sencilla razón de que primero tenía que cerrar la boca para
gesticular, segundo porque Fede le había dicho esto a escasos centímetros de
distancia y tercero porque le estaba frotando el pecho a un tío en una
discoteca delante de su ex y no sabía cómo actuar.
Se habían saludado con dos besos demasiado juntos para mi gusto. Pero
también imaginaba todo lo que le estaría pasando por el cuerpo a mi amiga
después de tanto tiempo y no sabía si alejarla de allí cagando leches o más
bien darle de leches a él.
Al final nos apartamos un poco en contra de mi voluntad mientras ellos
dos mantenían una charla de la que no captaba ni las últimas sílabas pero me
negaba a alejarme de allí. Sandro y mi amiga no debieron compartir mi opinión
porque se volatilizaron después de decirme que fuésemos a tomar algo. Genial ¿Y
ahora qué coño hacía yo? Siempre igual Nina.
***
Las cuatro y media de la mañana y ya
estaba hasta los cojones de la nochecita. La discoteca estaba petada y salí a
hacer la ronda por el ala oeste. Seguro que en las columnas que había justo
antes de los baños estaban cargaditas.
Ya tenía casi todo cuando reparé en una
chica morena que sujetaba un vaso vacío. Estaba apoyada de lado en la columna y
llevaba un vestido rojo que dibujaba una equis sobre su espalda.
-¿Me lo llevo?- le pregunté. Y al
darse la vuelta una melena lisa y negra se deslizó hacia atrás cayendo incluso
hasta más de media espalda. Guau. La chica estaba buena pero cuando me encontré con su
cara de cabreo sólo me dieron ganas de irme de allí.
Y era a lo que me disponía unos segundos
después de ser devorado por su mirada pero:
-No, necesito apurar el culo de
este vaso- me dijo secamente. Eso me pasa por ir de amable.
Pasé de largo y escuché un claro
“¡No me jodas!”. Venía de la tía de atrás sin duda. Y no sabía si era por mí
pero ya me picó la curiosidad o me molestó. No sé bien cuál de las dos. Así que
llevé las copas hasta la barra y volví en el menor tiempo posible. Quizás ya no
estuviese ahí.
***
Esta vez lo vi venir de frente pero no
llevaba ya la bandeja. Vaya, que chico más eficiente. Intentaba estar
concentrada en que Ana viese mi expresión y se acercara para que nos largáramos
de allí, pero aún así no pude sino repasarlo con la mirada fugazmente. Se
acercaba cada vez más hacia donde estaba yo. Iría al baño. Céntrate en lo importante
por favor Nina. Fede y Ana seguían a lo suyo, cada vez más enfrascados en la
conversación y yo estaba a punto de perder la paciencia.
-¿Todavía sigues aquí sola con tu
culo?
Joder. No se cómo se las apañaba
pero siempre conseguía asustarme. Me había cogido la muñeca para llamar mi
atención y casi no le doy un guantazo por puro reflejo. Ese tío tenía algo que
me ponía nerviosa, me había erizado toda la piel de la impresión. Estaría yo
sensible, no te lo niego.
-Pues sí, llámame loca pero suelo
ir con mi culo a todas partes.
-Muy graciosa, me refería al vaso
que a toda costa querías apurar-hizo una mueca irónica y mantuvo la distancia
que, aunque breve, distancia era -Bueno no te molesto más pero como consejo no
deberías quedarte aquí parada si no quieres que te asalten babosos cada dos por
tres.
-¿Babosos cómo tú dices?- empecé
a picarme con él. Ya que mi amiga pasaba de mí tampoco iba a negarme a un poco
de conversación.
-Oye un respeto a tu camarero más
servicial. Antes he llegado y casi me escupes por querer ser amable- se rio.
-Ala, que exagerado. Pues si yo
casi te escupo no me quiero imaginar que te habrán hecho las demás- aproveché
para fijarme un poco mejor en él; llevaba unos vaqueros oscuros y una camisa
negra arreglada. A simple vista no parecería el camarero pero, si te fijabas,
el logo de la discoteca estaba bordado en rojo sobre la tela.
-Pues la verdad que todas han
sido muy majas. Hasta podría asegurar que algunas han coqueteado conmigo, y no es por
presumir ni nada de eso- me dijo con una sonrisa forzada.
-Y vienes aquí a donde está la
chica más borde de la discoteca a darle consejos ¿no? Dime la verdad ¿qué clase
de contrato os hacen a vosotros?-Me sonrió.
-¿Sabes? Aunque seas borde no me
caes tan mal.
Y en ese justo momento mi radar captó un
acercamiento por parte de Fede que no me gustó ni un pelo. Se acabó. Que se
destrocen la vida ellos si quieren.
-Perdona pero me tengo que ir…-Y
me fui de allí dando taconazos en busca de los demás. Pero otra vez me agarró
del brazo.
-¿Estás bien?-no me pareció un
subnormal ni un borracho pero no dejaba de ser un desconocido. Le dediqué una
mirada. Gesticulé un “sí” rápido y me
fui de allí. Otra vez el brazo con la piel de gallina, no bebía más esa noche.
El marcapáginas del silencio.