sábado, 29 de marzo de 2014

BOMBA

     Puse una bomba en mis entrañas desde el día en que te conocí. Obstinada pero no ciega miraba el destino llegar. Prevenida pero no cauta en un post-it amarillo escribí: "En caso de urgencia DETONAR". Y mira lo que son las cosas, que aún llegados aquí esto parece que sí, que va explotar. Volará en mil pedazos sin romperse. Sin ni siquiera una grieta en mi vientre dibujar. Como la cáscara de un fruto seco que no fraguó. 


El marcapáginas del silencio.

ÁSPERA

Es una corteza áspera y quebradiza que se rompe nada más posar un dedo sobre ella. Tantos árboles desnudos pero ninguno tan frágil como él.

El marcapáginas del silencio.

martes, 25 de marzo de 2014

-EL MARCAPÁGINAS DEL SILENCIO-


     Queridos lectores, seguidores y, sobre todo amig@s, me complace informaros de que queda aproximadamente una semana para que llegue el aniversario de "El marcapáginas del silencio" (¡un año ya!). Quién me iba a decir a mí que iba a durar tanto esto de "pues oye voy a hacer un blog, a ver que sale". Madre mía, creo que es el primer aniversario que voy a celebrar en mucho tiempo. Pero estoy segura de que ha merecido la pena y, cómo no, quiero celebrarlo con vosotros. Para ello he decidido marcarme la meta imposible de llegar a 5000 visitas el día 2 de abril. Imposible sí, porque yo este blog ni lo difundo ni lo promociono ni nada de nada jajaj Pero bueno, ha sido una locura transitoria que se me ha ocurrido (una de tantas :P). Y si lo consigo me comprometo a escribir cualquier petición que me propongáis desde vuestros comentarios o atendiendo a demandas personales, me da igual :) ¿Me ayudáis un poco? ¡Gracias por adelantado!


El marcapáginas del silencio.

VERTE QUIZÁS

Saber que estás tan cerca sólo me inquieta más el pecho. Paseo mis ojos por los miles de rostros que pueblan el lugar buscando encontrarme con el culpable de lo que me he hecho. Quiero toparme de frente con tu imagen por casualidad y sentir a la vez la necesidad de salir corriendo a por un desfibrilador.  Repasar esa sonrisa que no para de hacerme cosquillas por el cuerpo hasta que llega a ser casi insoportable. Que me sienta con la suerte de poder verte así, de poder verte quizás. Pero siempre que te busque o que te encuentre, qué más da, prefiero hacerlo desde la distancia para protegerme de tu sol. Que mi tez siempre fue muy blanca y si me miras de forma directa va a quemar. Prefiero no pensar que voy a hacer si me tocas.

El marcapáginas del silencio.

"MÁS ALTO, MÁS ALTO"

     Sostenme un poco más que aún tengo fuerzas para buscar con la mirada. Aguántame un minuto más con los brazos que si me bajas ahora jamás alcanzaré a ver. Compláceme cuando te indique: “más alto, más alto”; para sentirme como un águila en plena caza de la más escurridiza de sus presas. Déjame así para que el viento me acaricie la cara y despeine mi flequillo mientras tú me sigues sujetando con fuerza para sentirme segura y ligera a la vez. A pesar de la altura, a pesar de mi tozudez.


El marcapáginas del silencio.

sábado, 22 de marzo de 2014

GOTA A GOTA

     Y decidí subir escalando gota a gota obviando lo fácil que habría sido trepar por la cadena en línea recta. Pero no, no soy así, decidí irme por las paredes resbaladizas del alma. Sin tener en cuenta que las gotas caen y yo con ellas. Que a veces pararán a mitad de camino, dejando un reguero de errores o aciertos que se desequilibraron. Descenderán una distancia salvable. Pero otras, caerán a lo más hondo. A la laguna de la que sin duda costará salir. O directas al desagüe, donde se perderán para siempre. Junto con tus sueños.

     Aún estoy a tiempo de agarrarme a la cadena, pero no pienso hacerlo.

     Antes que ser un eslabón más con herrumbre prefiero ser liviana y transparente. Sutil, libre de caer o permanecer. Como una gota.


El marcapáginas del silencio.

domingo, 16 de marzo de 2014

ZIG-ZAG

     Hundí mi nariz en su nuca, y fui rozando la punta en un ligero zig-zag descendente por su cuello. Paré justo en la vértebra que más tensaba su piel y la besé levemente como despedida. Al separarme un poco exhalé todo el aire que había reprimido inconscientemente. Y quise arañar los minutos para al menos quedarme con algo de aquel momento entre las manos. Para tener algo que llevarme a casa cuando de nuevo al pisar el portal me encontrase vacía. Para no tener que asirme a las sábanas cuando la misma pesadilla me asaltase de madrugada como cada día.

El marcapáginas del silencio.

QUÉ ME CALLO

     Hace tiempo que no escribo, que no pienso lo que digo, que me callo por hablar. Silencio el pensamiento sin dudar, que no es bueno pensar tanto e igual de malo es no pensar. Se pueden vendar los ojos, la boca y taparnos los oídos con ambas manos; pero no hay manera de cubrir lo que gritas desde dentro, como una mala conciencia eterna que te ata el corazón.


El marcapáginas del silencio.

martes, 4 de marzo de 2014

MANGOSTA III

     Con la mirada puesta en el patio de luces, oscuro irónicamente por capricho de la tarde, Nabor dejaba escapar alguna que otra calada distraída al Ducados que sujetaba con la mano izquierda. Hacía ya demasiado tiempo que el tabaco no le aliviaba así que lo hacía más que nada por costumbre. Apoyado sobre la repisa de la ventana su cabeza estaba muy lejos de los ladridos del perro del primero o de los sonidos de los cacharros al fregar de su vecina del tercero.

     Habían transcurrido casi diez horas desde que pisó la ciudad y todo parecía ir tranquilo. “Demasiado tranquilo” pensaba para sí “El Mangosta”. A las tres de la madrugada, puntual como un gallo, salió de la cabaña de la finca y se encaminó al pueblo. El cual no tardó en alcanzar más de veinticinco minutos a una velocidad moderada por el camino de tierra. Al llegar a éste se dispuso a guardar la camioneta en la cochera trasera de la tienda de Joe y a dejarla tal cual la había encontrado tres días antes. Vaciada al completo, la vieja camioneta blanca ya le había dado todo el servicio que tenía que dar. Echó la lona negra por encima y escudriñó con mirada felina la imagen de la camioneta cubierta, así como el resto de la estancia. Si alguien pasase a la cochera a la vuelta de vacaciones no repararían en nada distinto.

     Se echó la bolsa de deportes al hombro donde había metido todas las armas y la munición pertinente y se encaminó cerrando la cochera a recuperar su moto. Se cambió de guantes y de botas bajo el álamo e introdujo el pasamontañas en el bolsillo interior de la bolsa. Tuvo que caminar unos diez minutos totalmente a oscuras y guiado por una memoria calculada al milímetro hasta su escondrijo. Se acercó sigilosamente al lugar y no pudo contener una sonrisa pérfida. La verdad es que no podía estar mejor camuflada, la silueta de la Kawasaki Vulcan pasaría desapercibida ante la mirada de cualquiera.

     Cuando por fin tomó rumbo hacia la ciudad su nerviosismo crecía a medida que aceleraba con su mano derecha, como una sombra fugaz en la noche, aproximándose más y más a la ciudad. El destino de “El lince” culminaría en apenas una hora. Y el de “El Mangosta”, con él. Estaba seguro de ello. Todo iba a cambiar.

***

     Escuché sus pasos desde el pasillo e intuí su sombra asomándose en la puerta del despacho en un intento de no ser visto.

-¿Qué haces despierta Delia?- preguntó suavemente para no asustarme. “Ingenuo”, pensé.

-Pues no podía dormirme así que he bajado a leer un poco- contesté, dando esa vaga explicación que ni siquiera se merecía. Dejé el libro sobre el escritorio principal y observé de reojo como seguía plantado en la puerta del despacho mirándome.

-Son las cuatro y media de la madrugada, no me gusta que estés aquí abajo sola- dijo excusándose cuando le devolví la mirada.

-Muy bien-.

-¿Muy bien? Y ¿ya está?-desde luego Matt a veces se ponía realmente pesado con el rollo sobreprotector.

     Bufé. Miré la cicatriz de su antebrazo y luego me acomodé en el diván negro recogiendo sin que él lo percibiera la tarjetita azul que había dejado por la tarde debajo de un cojín.

-Subiré dentro de diez minutos- concluí.

     Algo conforme, Matt se marchó sin cerrar la puerta en modo de protesta supongo, porque sabía que eso me reventaba. Esperé quieta hasta dejar de ver la luz del pasillo y finalmente hasta escucharle subiendo los escalones. Sólo entonces abrí mi mano izquierda y fijé la vista en la tarjeta que esta mañana había sacado del sobre. En blanco. Bueno, más bien “en azul”. La puse a contraluz, la toqué y la retoqué en busca de algún relieve, hasta probé a darle calor. Nada.


     ¿A qué estaban jugando mandándole esas cartitas a Matt? ¿Qué demonios se traía entre manos? ¿O quizás no se estaba enterando de la historia la mitad? En ese caso ya éramos dos. Creo. Miré mal a la condenada tarjeta y me levanté hasta el escritorio principal. Recogí mi libro y su “marcapáginas improvisado”. Metí la tarjeta dentro del sobre y después taché instintivamente El lince con el primer bolígrafo que pillé a mano. Sólo leer ese nombre me daba mal rollo.


     Cinco minutos después “El Mangosta” veía como la única luz que quedaba encendida en las habitaciones exteriores de la mansión se apagaba. Si la memoria no le fallaba, que casi nunca lo hacía, correspondía a la del despacho principal. “Buenas noches” pensó Nabor. Aguardaría un momento más y entraría en escena. Con suerte sorprendería a “El Lince” en su propio lecho. Por fin.


El marcapáginas del silencio.

domingo, 2 de marzo de 2014

EN LA PUNTA DE LA LENGUA

     Y ¿de qué nos sirve el recuerdo? Si te tengo continuamente en la punta de la lengua y no me sales. Parece como si hubieras decidido venirte a vivir a este rincón húmedo casi siempre deshabitado, sin pedirme permiso, sin ni siquiera conocer mi nombre. Pero es que es tan estrecho que no caben uno ni dos; este lugar rojo y oscuro, ahora compartido,  no fue hecho para ti y no te entra en la cabeza. 

     ¿Se puede considerar recuerdo algo que identificas pero no eres capaz de asociar? El tener una palabra en la punta de la lengua implica una obsesión por encontrarla a partir del momento en que se sitúa en el punto dulce de la boca. Es justo como ese inquilino molesto en el que tú te has convertido. 

     El tener algo en la punta de la lengua supone también una tortura y un martirio para la mente porque no puedes parar, le das vueltas y vueltas aunque corran los minutos, hasta que finalmente te resignas. Y tiempo después ves u oyes algo que hace que ese nombre acuda a tu mente como si de un interruptor luminoso se tratara.

      "Click", de repente viene y tienes que soltarlo aunque no venga para nada a cuento y se haya cambiado cien veces de tema desde entonces. Tu cerebro se resiste a haber trabajado tanto para nada y debes expulsarlo. Pero ¿ y cuándo no encuentras la información? ¿Tu subconsciente sigue buscando? No lo dudes, lo buscará incesantemente. Es por eso que te digo que te marches, que estas ocupando un espacio que reservo para ocasiones importantes y ya me interfieres a la hora de hablar.

     El fenómeno de la punta de la lengua dicen que aumenta con los años, lo que nunca cuentan es la cabezonería de algunos (entre los que yo me incluyo) por quitarte esa sensación de ignorancia parcial sobre algo que tú sabes que sabes (valga la redundancia). Ya que te has situado ahí quizás tenga que tratarte como cualquier otra palabra y echarte sin más para que dejes de atormentarme y puedas ser libre como ciertos de nombres soltados al aire ya. Y lo conseguiré, tarde o temprano.

Además, seguro que os ha pasado miles de veces ante un examen por ejemplo, aunque finalmente la comprensión escrita y el tiempo terminan solventando la situación. Lo peor, por tanto, es cuando tienes a alguien en la punta de la lengua. Qué es justo lo que ocurre contigo, tan incómodo como un grano en el culo; y a pesar de lo que acabo de soltarte no te vas.

Presque vu lo llaman los franceses o "casi visto" si lo traducimos literalmente, lo cual supone recuerdos léxicos inaccesibles a pesar de tener consciencia de ellos; como tú. Ahí quietecito, tan al alcance de la mano, tan al límite. Pero agarrado al extremo, con uñas y dientes, con brazos, piernas y hasta con la cabeza; como si de salvar la vida se tratara. 

     Supongo que ya me estoy acostumbrando a convivir contigo sin saber si eres verbo, adjetivo o sustantivo. Aunque nunca lo haré a esta estúpida sensación que me revuelve las tripas de tanto pensar. Lo que yo me pregunto es quién demonios te ha dado vía libre para instalarte aquí en "un noveno". Caliente, blando y con buenas vistas, no se puede pedir más ¿no?

     Al menos este fenómeno nos permite darnos por enterados de la información que conocemos o desconocemos. Así que digamos que eres mi presque vu más incierto porque sé que te desconozco y te conozco a la vez,  que estas ahí pero no te veo aún. 



El marcapáginas del silencio.