“Nacen, crecen, se reproducen y
mueren”. Ya lo decían nuestros libros de texto de primaria, esos que venían con
una letra tamaño 20 e imágenes pintorescas de cascadas y mamíferos con sus crías.
Pues eso, es ley de vida: nosotros nacemos, de lo cual ahora sí que somos conscientes
(aunque en el momento seguro que nos estábamos cagando en todo, con perdón de
la expresión; porque mira que estar encajado en la pelvis ósea de tu madre sin
poder moverte, esperando ese “gran momento” para que encima te saquen a un
mundo más frío, con demasiada luz y donde te cortan la única cuerda de huida hacia
el hogar que conoces, tiene que ser genial vamos).
Luego crecemos, lo cual es
bastante discutible, porque muchos estamos esperando que nos llegue el estirón
y a otros que les llegue el desarrollo mental (tanta y tanta capacidad cerebral
¿para qué?, el ser humano derrocha hasta en eso). A continuación “nos
reproducimos” por decirlo de un modo fino y de la mejor forma que podemos,
encontramos o nos dejan. Lo cual la única finalidad que tiene es calmar un
instinto básico para el que estamos programados con objetivo de perpetuar la
especie y expandir nuestros genes. Bueno pues una vez hecho esto, ¡ale! a morir,
es como un “espero que te haya gustado majo, pero despídete”.
Y ¿este es el sentido de la vida?
Pues no, por desgracia o por fortuna el ser humano es mucho más complejo que
todo esto. Sólo que eso sólo lo vas a comprender fuera de los libros de texto, puede
con imágenes más feas, con menos crías, pero con las palabras que vayan
perfilando el curso de tu vida. El tamaño, o lo que es lo mismo, la importancia
que les des a cada una de ellas, ya solo depende de ti.
El marcapáginas del silencio.