miércoles, 26 de febrero de 2014

MALA PUNTERÍA




Y a lo magnífico de mi puntería me remito.

Que a lo mejor no buscaba diana,
sino dardo con el que apuntar.

De esos que acierten al menos,
ligeros en peso, difíciles de desclavar.

Que la ironía con la que comencé el primer verso no sirve.

Que me equivoqué de juego,
y de bar.

Y a lo tramposo de mi destino me refiero.

Que a lo mejor supo mostrar camino
pero no me enseñó a jugar.

El marcapáginas del silencio.

domingo, 23 de febrero de 2014

FEBRERO

     Sol de febrero, que viene a calentarme el alma y a quemarme el pecho. Escaso como el que más; aparece una mañana y al mediodía ya se ha ido sin promesas de volver, sin nota de despedida pero tampoco con un adiós amargo. Simplemente se va y no vuelve, y tú no puedes más que anhelar su calor; bajo cada lluvia fría, bajo las mantas en tu habitación. Se esfuma y tú querrías ser su vicio para que venga cada mañana o cada noche, qué mas da. Para que te roce la piel y muda te pierdas en ese deseo. Al cerrar los ojos no habría oscuridad ni frío, porque si está a tu lado el sol te ilumina fuertemente los párpados. Y feliz contemplarías un sinfín de luces de feria que se forman como miles de farolillos de colores que caben en un dedal. Te lo colgarías al cuello para afrontar cada día nublado, cada escalofrío, para ignorar cada roce austero. Y lo esperarías, palpitante, siempre, tu sol de febrero.




El marcapáginas del silencio.

sábado, 22 de febrero de 2014

MANOS

     No se pueden limar asperezas con un cristal roto directamente sobre la palma de la mano. A menos que lo que quieras sea desdibujar las arrugas del inicio y que marcarán tu final. Esas líneas que dicen ser los versos ya escritos sobre tu vida. Hasta incluso ese truco tonto de las ramitas que se forman con el puño cerrado en forma de descendencia.

     Pero la verdad es que en tus manos no hay nada fijo. Sí que tienen una marca de origen, unas huellas dactilares únicas. Sin embargo, éstas nada determinan lo diverso que pasará por esas manos. Las habilidades que aprenderán, los miles de fallos que cometerán,  el daño que harán y la ayuda que entregarán, lo mucho o poco que amarán. Y al igual que las heridas, los traumas, las quemaduras, el frío, la suavidad, lo áspero, las punzadas, el vello de punta y hasta la mugre de las uñas, las marcas de la vida son impredecibles.


El marcapáginas del silencio.

domingo, 16 de febrero de 2014

MANGOSTA II

     Huele a lilas en el salón. Me acerco al jarrón de cristal que sostiene el ramo y empiezo a pasar los dedos por las figuras en relieve. Finalmente levanto una mano y acaricio sus pétalos quedándome una vez más impregnada de su aroma. Estas flores nunca dejarán de recordarme aquel día. Absorta en mi propia película de olores de repente toco algo que no se corresponde con el tacto que yo esperaba y lo saco para estudiarlo. Un sobrecito minúsculo de color azul en el que se aprecia claramente con tinta negra y cuidada caligrafía: "El lince".


     "El lince" ese mismo nombre con el que se levantaba entre ceja y ceja Nabor. La siesta en la vieja mecedora de madera no le había hecho ningún favor; se sentía como si le hubieran clavado todas y cada una de las astillas mientras duraba la pesadilla. Se secó el sudor con el puño de la manga y echó mano al bolsillo de la camisa, la bala seguía ahí. Con un gesto rápido se levantó y entró a la cabaña. Tendría que empezar a borrar todo rastro si quería que se tragaran que no había habido un alma por la finca.

El marcapáginas del silencio.

sábado, 15 de febrero de 2014

DEJARSE CAER

Es un sentimiento que se asienta para no dejarte dormir. Como una garrapata instalada en el cielo del ombligo. Chupándote la sangre cada vez más y más sin que apenas te des cuenta. Luego empiezas a notar ese malestar general por todo el cuerpo, esa cefalea interminable al final del día y la pesadez en las piernas. Pero tú no eres de esos que viven mirando su propio ombligo así que, no le das importancia y, sigues, como hasta ahora, como siempre. Hasta que llega un punto en que eres consciente de que te vas encontrando peor y peor y sin buscarte, te faltan las fuerzas y lo que es más, la voluntad. Y entonces, sólo entonces, es cuando reaccionas o caes. Es ese estar al límite, justo al borde del acantilado la única manera de que veas lo alto que has podido llegar. No dejes que te traguen las olas, reconduce tu dirección, rectifica a tiempo que la roca bajo tus pies aún no ha empezado a desquebrajarse sin remedio. Dejarse caer nunca estuvo entre tus expectativas, aunque la tentación de esa adrenalina efímera las supere.



El marcapáginas del silencio.

lunes, 10 de febrero de 2014

OSCURIDAD

     


     Ahora vuelvo a mi cama y me siento casi como una extraña. Y de bruma me abruma la noche. De pensamientos oscuros y falsos. Pienso entonces encender una vela y, rápido rectifico ¿para qué? La oscuridad seguiría detrás de mis ojos, detrás de la ventana en la noche, y detrás de esta fría manta.

     Ahora vuelvo a mi cama y me siento casi como una extraña. Y la luna casi asomada a la ventana la persiana me araña. Pero yo no le hago caso, la ignoro, subestimo su luz y me giro del todo.

    ¿Cuán atractiva es esa oscuridad? Pero no, no es tentación, no es dejarse llevar. Es enfrentamiento. Porque ni todas las sombras son tan negras, ni todos los claros están llenos de sol. A veces hay que adentrarse en la oscuridad para que no te ciegue.

El marcapáginas del silencio.

sábado, 8 de febrero de 2014

MANGOSTA

     Pensó en matar el tiempo con balas de plata; ni que éste se tratara de un hombre lobo. Cogió una y sujetándola firmemente con el primer y segundo dedo se la puso a la altura de los ojos y miró su reflejo distorsionado sobre ella. Medía unos dos centímetros y medio y sin embargo podía perforar la piel de un hombre en tan sólo un segundo. Luego de esto, se recostó sobre la mecedora de madera sin apartar la mirada de la bala y dejó caer sus pesadas botas encima de la barandilla del porche. Acto seguido pensó divertido que si su abuela viviera no tendría campo para correr.

     Atrás quedaban ya esos tiempos, demasiado había llovido y demasiado barro había quedado en el ahora que le tocaba vivir. Y no se refería al barro de la misma calaña que el que había pegado a su botas, sino a toda esa inmundicia que acaban acumulando los hombres.

     Saliendo de sus recuerdos, "El Mangosta"  echó un último vistazo a la bala repasando con el pulgar encallado las muescas de la base y la guardó en el bolsillo izquierdo de la camisa vaquera. Mañana por fin le daría uso.


El marcapáginas del silencio.

martes, 4 de febrero de 2014

ÁNGULOS AGUDOS

 

Las manos cianóticas, unas ojeras como columpios y esa expresión de indefensión en la cara.

La extrema delgadez la delata, sus ángulos hace tiempo que se volvieron agudos, y en su pelo antes brillante, sólo aparecen nudos. Aunque no más grandes que los de su estómago, esa pequeña gaita que parece golpear las paredes de su vientre pero aún así nadie la escucha.  

La veo avanzar como quien mira flotar una pluma y verdaderamente tengo miedo, un sudor frío se apodera de mis manos cada vez que se mete en el baño; por si se quiere destrozar aún más o por si se disuelve en la ducha.

NOTA: "Las curvas de tu cuerpo no fueron hechas para ser medidas por los ojos de una sociedad ciega de valores  sino que se hicieron para ser recorridas y sentidas por las manos. Ellas fueron moldeadas con el único propósito de ser amadas desde el primer momento en que se fraguaba su idea en el útero de tu madre, fuere cual fuere su forma. Y reitero: "para ser amadas"; primero por ti misma y luego por los demás".


El marcapáginas del silencio.


domingo, 2 de febrero de 2014

DESCONGELAR



Tengo las manos heladas de tanto esperarte, las pestañas escarchadas de tanto mirarte, de lejos, de cerca y en sueños. Pero por fortuna o por desgracia no es a ti a quien en realidad miro, sino a tu vacío. Últimamente colecciono tantos huecos vacíos en mi memoria que mi cerebro parece un colador. Mis labios cortados se despellejan y sangran agrietando una mañana más en la que faltas. Mis cejas  han comenzado a echar un serio por matar el tiempo. Mientras tanto mis mejillas enrojecidas no de rubor se quejan de por tus manos no ser mecidas. Y mis rodillas enganchadas al borde de este banco y entumecidas dicen “ya basta, se acabó”. Sin embargo no encuentran el estímulo para levantar, levantar el cuerpo y el espíritu. Y me quedo quieta, por si vienes. Cuando llegues, te tocará tratar con un pedazo de hielo.




El marcapáginas del silencio.

sábado, 1 de febrero de 2014

YA PUEDES ABRIRLOS





Cierra los ojos. Pero no solamente bajes los párpados, cierra los ojos de verdad. Desconecta de la mentira que nos intentan hacer ver. Y ahora mira en tu interior y mírala a ella. Respira, como tú, siente, como tú, y lucha por seguir adelante, igual que tú. Pero puede sufrir, como todos. Mírala bien en esta oscuridad y dime: ¿qué diferencia hay entre vosotros? Ninguna. Ya puedes abrirlos.

 

--[Síndrome de Rett]--

El marcapáginas del silencio.