-Hacia el norte, a un pueblo pequeño llamado Strevan.
-Sabes ya que el viejo puente de madera quedó calcinado por las llamas hace tres semanas ¿no?
-Sí, llegó a mis oídos hace unos días. No importa, cogeré la ruta alternativa.
-¿La del gigante? ¿¡Estás loca?!
-No entiendo por qué habría de estarlo.
-¿Es que no lo ves? Eres un espíritu de agua.
-¿Cómo?
-No puedes ponerte frente al gigante de ojos de piedra con esa sonrisa de lluvia y una mirada en cascada. Porque sus pupilas son de roca maciza y tus ojos un torrente de emociones que él podría reducir a ceniza.
-¿Sugiere entonces que para enfrentarte a él también tienes que ser de piedra?
-Tampoco he dicho eso, pero debes prepararte antes, disciplinarte si lo quieres llamar así. Porque pasar por ese camino ahora es una auténtica locura.
-Y ¿cómo quiere pues que llegue sin el puente?
-A dos millas tendrás que pasar por Tuétano, para allí a descansar y contrasta lo que te he dicho. Te aseguro que te interesa más salvaguardar tu vida que cualquier cosa que tengas que ver en Strevan.
El marcapáginas del silencio.