LA FRASE TÍPICA DE LA DESESPERACIÓN
Y entonces la
chica desesperada le grita luchando por reprimir sus lágrimas: “¡No me lo
creo!¡No es verdad!”
-Deja de
mentirte Maia, lo único que haces es empeorar las cosas.- y posteriormente se
volvió con la intención de abandonar la habitación.
Ella lo agarró
por el brazo y le dijo con voz dolida y casi sin fuerzas:
-Mírame a los
ojos y dime que no me quieres.
Entonces el
dio un paso, se acercó hacia su cara, posó sus duros ojos sobre los de ella. A
esa distancia Maia podía notar su aliento, su olor…Esa misma distancia que
tantas veces antes habían cruzado con el triunfo final de un cálido beso, un
beso que ella sabía que no volvería a producirse.
Finalmente él
abrió la boca para hablar, el corazón de Maia comenzó a vibrar de manera
descontrolada esperando la respuesta de éste.
Su reacción a
la petición de Maia fue rápida. Brian pronunció claramente con voz seria y
profunda manteniéndole la mirada:
-No te quiero.
Y acto seguido
se dio la vuelta y se marchó de la habitación.
Ésta con un
millón de lágrimas que se agolpaban al filo de los bordes de sus ojos cayó de
rodillas en el suelo. Quería haberse hundido mucho más allá del nivel del
suelo, hasta sumirse en la negrura de la profundidad de la nada, pero
físicamente esto era imposible. Así que se quedó allí postrada, inmóvil y rota,
con una mirada vacía, con una expresión descompuesta.
Quizá lo que
le había terminado de desgarrar el pecho fue la visión de su ida. Maia contempló sin poder hacer nada como él se iba, como a cada segundo se alejaba
más y más de ella, de todo lo que habían vivido. Finalmente dejó de oír sus
pasos en la lejanía. Él ya no estaba. No volvería jamás. Y lo peor de todo es
que no había podido hacer nada,
absolutamente nada para retenerlo. Tan sólo se sintió morir en aquella pequeña
habitación cuando traspasó la puerta y la imagen de él se desvaneció.
El marcapáginas del silencio.