jueves, 26 de septiembre de 2013

TRENES...

     Dicen que hay trenes que pasan sólo una vez, pero tú estás plantada en medio de esa puñetera estación vacía y por las vías no pasa nada. Por no pasar, no pasa ni el viento. Pero, eso no impide que aún así tú te estés congelando de frío en esa espera interminable. Pues bien, justo cuando crees que tus miembros entumecidos no van a responder cuando quieras echar a andar y marcharte de allí; y tus mejillas del color de los frutos del muérdago sean lo más vistoso que hayas visto pasar, caes en la cuenta de que algo ha fallado. Piensas que quizás ese tren no es para todos, o que quizás has ido a la estación demasiado pronto o, por el contrario, demasiado tarde. Pero lo curioso es que en un descuido puedes quitarte los auriculares y escuchar ese sonido inconfundible, el sonido del tren que va frenando al llegar. Lo oyes pero sigues sin verlo en esa estación vacía. Hasta que por fin asocias que el tren que estabas esperando está pasando justo detrás de ti. Sólo tenías que salir de tu ensimismamiento y al girar la cabeza, mirar un poco fuera de ti. Nada más. Ahora está en tu mano reaccionar, correr aunque estés cansada y cogerlo. Por fin te llevará a tu ansiado destino.

El marcapáginas del silencio.

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