Déjame a sol y a sombra, déjame aunque te necesite, aunque me niegue a fijarme en otro, aunque sin querer te mire. Déjame, sólo eso. Que no espero tu regreso ni vuelvo al recuerdo de ese beso que no debió escaparse. Déjame y no es un ruego. Pero no pienso caer otra vez en el juego torcido de siempre, con las mismas trampas y las mismas cartas. Déjame, déjame para que pueda dejarte.
El marcapáginas del silencio.
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