Muchas veces he oído decir “¡Oh, qué bien escribes!”. Pero no, se equivocan, puesto que no se trata de
escribir bien o mal, sino que todos decidimos qué parte de nosotros mismos
dejamos ver a los demás. Hay gente que deja ver bastante de sí; mientras que
otros incluso no dejan ver nada de su verdadera naturaleza, son como muros
infranqueables que defienden y esconden simultáneamente sus propias ideas y
sentimientos. Por ello, escribiendo tan sólo pretendo explicar lo que siento,
mostrarlo a los demás como si fuera un dibujo que una niña de cinco años enseña
a sus padres ilusionada; y para ello me he de valer de la capacidad de la
transparencia, al menos de toda la transparencia que permita el grosor de mi piel. Y… ¿sabes? será
por eso que cada poro de mi piel coincide en lo mismo. Quizás, algún día, notes
al tocarme la fuerza con la que me dicen que TE AMO.
El marcapáginas del silencio.
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