sábado, 22 de febrero de 2014

MANOS

     No se pueden limar asperezas con un cristal roto directamente sobre la palma de la mano. A menos que lo que quieras sea desdibujar las arrugas del inicio y que marcarán tu final. Esas líneas que dicen ser los versos ya escritos sobre tu vida. Hasta incluso ese truco tonto de las ramitas que se forman con el puño cerrado en forma de descendencia.

     Pero la verdad es que en tus manos no hay nada fijo. Sí que tienen una marca de origen, unas huellas dactilares únicas. Sin embargo, éstas nada determinan lo diverso que pasará por esas manos. Las habilidades que aprenderán, los miles de fallos que cometerán,  el daño que harán y la ayuda que entregarán, lo mucho o poco que amarán. Y al igual que las heridas, los traumas, las quemaduras, el frío, la suavidad, lo áspero, las punzadas, el vello de punta y hasta la mugre de las uñas, las marcas de la vida son impredecibles.


El marcapáginas del silencio.

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