Cada vez que me hablas se me forman estrías. De tanto agrandar y empequeñecer mi corazón, estrías. De mi piel caliente y tus manos frías, estrías. De querer no quererte, de olvidarte sin más, estrías.
Que marcan mi piel, abren vías. Creías taparlas y no se irán. Arpías que surcan epidermis con agudeza. Blancas, rojas, moradas, estrías. Para recordarte que ningún cambio es en balde y las miras. Vivías, pensando que pasarían y hoy sin quererlo te espías. En el espejo, en la cama, como quien contempla un retrato, y estiras. Para verlas mejor, para horrorizarte con su visión. Y desconfías, de todo y de nada, de la ira. Esa silenciada que hoy se traduce en estrías; y piensas "la piel en la que permanecen es la mía, no la de nadie más". Estrías.
El marcapáginas del silencio.
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