Todo fue en un cordial saludo de dos besos dados casi al aire más que a la persona. Le rozó con las uñas la nuca. Y en ese ligero arañazo, aunque no desagradable, sintió él un repentino escalofrío subiéndole por la columna. Ella aún continuaba a su lado, con esa fingida sonrisa regalándola a todos los presentes. Dejando entrever levemente entre sus labios una blancura impecable y una serie de mañas escondidas tras esa pose de perfección. La bella joven no era de fiar, y él lo sabía. Aún así, no era capaz de meter en sus profundos bolsillos todo aquel nerviosismo que la presencia de ésta le generaba a dos palmos de su hombro.
El marcapáginas del silencio.
No hay comentarios:
Publicar un comentario