Sostenme un poco más que aún tengo fuerzas para buscar con
la mirada. Aguántame un minuto más con los brazos que si me bajas ahora jamás
alcanzaré a ver. Compláceme cuando te indique: “más alto, más alto”; para
sentirme como un águila en plena caza de la más escurridiza de sus presas. Déjame
así para que el viento me acaricie la cara y despeine mi flequillo mientras tú
me sigues sujetando con fuerza para sentirme segura y ligera a la vez. A pesar
de la altura, a pesar de mi tozudez.
El marcapáginas del silencio.
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