-En realidad estaba esperando que
girara la cabeza y encontrarme una vez más con esa mirada anhelante. Pero no
fue así, jamás se dio la vuelta. Siguió su camino imperturbable, fijo en su
destino. Creo que ni el estallido de una bomba en el lugar donde yo estaba
habría sido capaz de que se diera la vuelta.
-Y ¿te dolió?
-No, al menos no lo noté más de
lo que dura el sabor de una almendra amarga en la boca.
-Pero tú querías que se girase.
Ya no estoy diciendo que volviera, sino que en algún momento de su partida algo
le sacudiera el cuerpo y te mirase.
-Eso, querido, en la vida real no
ocurre. Si de verdad algo le removiera el cuerpo nunca se habría alejado.
El marcapáginas del silencio.
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