Un escalofrío te devuelve a la
realidad, esa de la que intentas huir día a día inútilmente. Sobre todo en las
noches, cuando tras la puerta empiezas a preguntarte sobre el sentido de tu
vida. Y es verdad, tú, loco inconsciente, formas parte del sentido de la vida
de varias personas. Tus padres por ejemplo, los que se encuentran al otro lado
de la puerta. Vale ¿y tu sentido? También se completa por los demás ¿no? Por todas
aquellas personas que lo forman pero… ¿por qué no es suficiente? ¿Acaso buscas
un sentido genuino? Quizás es que “el sentido” no es sino un cúmulo de
sentidos, y no sólo necesita nutrirse de personas y sentimientos, sino también
de metas, objetivos, fines. Un fin que sirva para algo, un sentido y una razón
de vivir útil. Pero ¿útil para qué? o mejor dicho, ¿útil para quién? No quieres
conformarte con caprichos banales, no quieres objetivos a corto plazo fáciles
de conseguir y que tengan el mismo valor que una hoja arrugada y seca que se
destruye con sólo pisarla. Siempre quisiste algo más grande, como todo ser
humano, siempre buscaste dejar tu huella. ¿Por qué? Porque uno de los miedos
más usados por el hombre es el olvido. Y cuanto más años se reflejen en tu
frente, más estará presente la cuestión sobre el sentido, y cuando se aproxime
la muerte, ahí estará el pavor, siempre al olvido.
El marcapáginas del silencio.
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